De un ThinkPad con Ubuntu a Debian y Arch: Mi viaje con Linux

Mi trayectoria en la informática comenzó hace más de dos décadas. En el año 2001, mientras muchos descubrían Windows XP, yo decidí dar un paso diferente: instalar Ubuntu en un ThinkPad viejo. No fue un camino sencillo, pero sí el inicio de una pasión que me ha acompañado toda la vida: explorar, aprender y personalizar los sistemas operativos libres.

Al principio, el reto era simplemente hacer que todo funcionara: el Wi‑Fi, los controladores gráficos, las particiones… cada problema era una excusa para investigar foros, probar comandos en el terminal y aprender cómo funcionaba Linux por dentro. Aquella curiosidad me enseñó algo fundamental: que la tecnología no es solo utilizar lo que ya existe, sino también entenderla y adaptarla.

Con los años exploré diferentes distribuciones hasta llegar a Debian y Arch Linux, donde encontré dos filosofías muy diferentes pero complementarias: la estabilidad y la robustez de Debian frente a la flexibilidad y el control absoluto de Arch. Hoy en día continúo combinando ambas, según el proyecto o el entorno de trabajo.

Mi pasión por los ordenadores nunca fue solo un hobby. Me llevó a profundizar en la programación, el software libre y las metodologías modernas de desarrollo. Gracias a esa base pude profesionalizarme en el sector y, recientemente, obtener un máster en programación, cerrando así un ciclo que comenzó en aquel ThinkPad del 2001.

Mirando atrás, me doy cuenta de que Linux no solo me dio herramientas técnicas, sino también una manera de pensar: ser autodidacta, no rendirme ante la dificultad y tener siempre la curiosidad de aprender algo nuevo. Hoy, como desarrollador, continúo aplicando esta filosofía en cada línea de código que escribo.